(cont.)
por Roberto Bardini
Entonces, como hoy, anochecía temprano, y los malvinenses tenían dos
opciones: ir a dormir a la casa o a beber a los pubs. Había cinco cantinas:
Rose, Globe, Pictroly, Ship y la "de los militares". En todas se escuchaba
música y se organizaban torneos de dardos. En alguna, se aceptaba la
presencia femenina. Los puritanos del lugar aseguraban que esa "apertura"
convertía a Puerto Stanley en "la capital de la infidelidad". No andaban muy
errados. Los habitantes se entretenían practicando equitación, tiro al
blanco, pesca deportiva y rugby. Pero había otra forma de esparcimiento que
no figuraba en las estadísticas oficiales: las relaciones
extramatrimoniales. Las Malvinas poseían el más alto índice de divorcios en
el mundo.
Las islas también tenían el récord mundial de consumo de alcohol per capita.
En 1963 se habían vendido 80 mil litros de whisky, gin y cerveza. El horario
de los pubs se cumplía rigurosamente, al estilo británico: de 8 a 12 y de 17
a 22. A las 10 de la noche, la radio transmitía el Himno Real y cesaban las
actividades. Los domingos, las cantinas sólo abrían una hora, después del
oficio religioso.
El Darwin era el único barco que una vez al mes vinculaba al archipiélago
con el continente, desde Montevideo. Tras cinco días de navegación, el buque
descargaba ropa, víveres, combustible, vehículos, materiales de
construcción, muebles y artefactos electrodomésticos. El local comercial que
ostentaba mayor surtido de mercaderías pertenecía, por supuesto, a la
Falkland Islands Company. El Darwin también traía correspondencia, algunas
revistas de Buenos Aires y el Times, de Londres. Desde Argentina -el tercer
importador de productos- llegaban alimentos, especialmente manzanas. Hacia
Gran Bretaña salía medio millón de kilos en lanas y cueros.
Un jefe de policía, un inspector, un sargento y cuatro aburridos agentes
mantenían la ley y el orden. La delincuencia casi no existía y los
uniformados actuaban generalmente en riñas de ebrios. Ni siquiera se
generaban problemas de tránsito: había 77 camiones, 159 automóviles, 239
jeeps Land Rover y ocho motonetas, pero la mayoría de los vehículos estaba
en el campo.
No había ministerio de Trabajo y existía un solo sindicato: el Falkland
Islands General Employee Union. Richard Goss era el secretario general. Goss
también ostentaba el grado de capitán de la Fuerza de Defensores
Voluntarios, una milicia de reservistas. Seis ex comandos ingleses que
participaron de la Segunda Guerra Mundial entrenaban una o dos veces por año
a los voluntarios. En el arsenal local, cada uno de los habitantes que
integraba la milicia poseía su fusil, la provisión de municiones y el equipo
militar; algunos, incluso, guardaban el arma en la propia casa.
Veinte soldados constituían la fuerza militar del Reino Unido. Se cree que
muchos de ellos eran mercenarios belgas que combatieron el ex Congo en los
primeros años de la década del 60.
En septiembre de 1966 residían sólo cuatro argentinos en las islas. Uno
de ellos, Cecil Bertrand, había llegado en 1928 a la búsqueda de aventuras.
Se dedicó a la pesca de ballenas y en 1963 le compró a un irlandés las islas
Carcass en 10 mil libras esterlinas. En ese momento poseía una estancia. "Si
alguna vez las Malvinas son argentinas, espero que no nos toque la misma
suerte que a los tucumanos ni que estas islas sean poblados por chilenos
como la Patagonia", declaró a enviados de la revista Panorama, de Buenos
Aires.
Sir Cosmo Dugal Patrick Thomas Haskard era el gobernador de la isla, pero
ese 28 de septiembre de 1966 no se encontraba en el archipiélago. Lo
suplantaba el vicegobernador Albert Clifton; apodado "Pinocho" a causa de su
prominente nariz, era uno de los personajes más populares de la isla. Había
estudiado administración de empresas en Argentina. Como no consiguió trabajo
en las islas, compró 30 vacas y se convirtió en lechero. Envasaba la leche
en botellas de whisky vacías; gracias a los hábitos locales, no le costaba
mucho trabajo conseguirlas. Clifton fue uno de los primeros malvinenses que
aquel nublado miércoles 28 de septiembre de 1966 divisó un avión de
Aerolíneas Argentinas que daba vueltas, sobrevolando el poblado. Pensó que
la nave tenía un desperfecto mecánico.
Puerto Stanley carecía de pista de aterrizaje. Aquel día, el radioaficionado
Anthony Hardy fue el primero en divulgar una noticia que conmovió a millones
de argentinos: a las 9:57 de la mañana, informó que un avión Douglas DC-4
había descendido a las 8:42 en la embarrada pista de carreras cuadreras, de
800 metros. Su emisión se captó en Trelew, Punta Arenas y Río Gallegos. Y de
esas ciudades se retransmitió a Buenos Aires. Habían transcurrido 133 años
desde la última presencia oficial argentina en las Islas Malvinas.
En el Museo Marítimo de Ushuaia (Tierra del Fuego) se exhiben nueve armas
cortas y largas. Hay tres revólveres: un Colt 45, un Tanque 38 y un Smith &
Wesson 38. También se muestran tres pistolas: una Destroyer 7.65 y dos
Mauser con culatín de madera desmontable. Completan la colección un rifle
Winchester 44 y una carabina Pietro Beretta calibre 9 mm. Esas piezas -y
algunas otras que no figuran en la exhibición- fueron parte del heterogéneo
armamento utilizado en las Malvinas hace 37 años por un grupo comando de 18
jóvenes argentinos, entre los que había una mujer. Las armas permanecieron
tres días en el territorio usurpado por Gran Bretaña en 1833. Una pistola
Lüger se quedó "de recuerdo" en Puerto Stanley. Ninguna de ellas causó
víctimas, porque no fueron disparadas.
Alrededor de las seis de la mañana de aquel miércoles 28 de septiembre, los
muchachos tomaron el control del vuelo 648 que había despegado del
aeroparque Jorge Newberry hacia Río Gallegos. Fue el inicio de una pequeña
gran gesta patriótica, conocida como Operativo Cóndor.
-Rumbo uno cero cinco- ordenó Dardo Cabo, alias "Lito", un joven alto y
delgado de 25 años, periodista y afiliado a la Unión Obrera Metalúrgica,
jefe del comando juvenil. Lo secundaba Alejandro Giovenco, de 21 años, de
baja estatura pero fornido, apodado "El chicato" a causa del grueso aumento
de sus lentes. El comandante Ernesto Fernández García obedeció la orden y
enfiló la nave, con 35 pasajeros a bordo, rumbo a las Malvinas.
La periodista y dramaturga María Cristina Verrier, de 27 años, era la
tercera al mando del grupo. Su padre, César Verrier, había sido juez de la
Suprema Corte de Justicia y funcionario del gobierno de Arturo Frondizi
(1958-1961). Un tío, Roberto Verrier, fue ministro de Economía durante tres
meses de 1957, en tiempos de la "revolución libertadora".
Los otros integrantes del Comando Cóndor eran Ricardo Ahe, de 20 años de
edad, empleado; Norberto Karasiewicz, 20 años, metalúrgico; Aldo Omar
Ramírez, 18 años, estudiante; Juan Carlos Bovo, 21 años, metalúrgico; Pedro
Tursi, 29 años, empleado; Ramón Sánchez, 20 años, obrero; Juan Carlos
Rodríguez, 31 años, empleado; Luis Caprara, 20 años, estudiante; Edelmiro
Jesús Ramón Navarro, 27 años, empleado; Fernando José Aguirre, 20 años,
empleado; Fernando Lisardo, 20 años, empleado; Pedro Bernardini, 28 años,
metalúrgico; Edgardo Salcedo, 24 años, estudiante; y Víctor Chazarreta, 32
años, metalúrgico. La edad promedio del grupo era de 22 años. Todos eran
peronistas.
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