Este artículo de Leonardo Cofré, un periodista argentino, productor de varios programas de radio y televisión, hace un paralelismo entre el enfrentamiento actual con el Uruguay sobre las pasteras y aquel que se produjo ¡cuarenta años atrás! con el Brasil sobre la represa de Itaipú. Julio Fernández Baraibar, quien remitió – hace ya un año y medio – esta nota, afirma que “la idea central de Cofré, que estimo debe ser tenida en cuenta, es que esto ya pasó, que ya tuvimos un enfrentamiento con un país vecino con argumentos similares a los que hoy se esgrimen contra las futuras plantas uruguayas, y que ninguna de las apocalípticas consecuencias que tendría la represa de Itaipú - con que amenazaba el parroquial nacionalismo argentino - se hicieron realidad. Y que hoy Brasil y Argentina, al borde de un enfrentamiento armado en aquellos años, son los principales socios del MERCOSUR” Yo también he tomado posición pública en este tema. (ver Foro San Martín). Igual, agrego al final algunas consideraciones personales.

 

 

I t a i p ú - F r a y B e n t o s

“Ayer como hoy”

 

Leonardo Cofré
 


Si miráramos hacia atrás un buen rato, digamos cuarenta años, no seria difícil encontrar en aquel ayer un asombroso parecido con este presente de enfrentamiento entre Argentina y Uruguay.

Si aguzáramos un poco mas el oído, quizá hasta se podría escuchar el morcilleo constante de las distintas voces y distinguir la univoca vocación por los enredos que algunos actores manifestaban, tanto ayer como hoy.

 

Desde que el 22 de junio de 1966, los Ministros de las Relaciones Exteriores del Brasil, Juracy Magalhães, y del Paraguay, Raúl Sapena Pastor, firmaron el “Acta de Yguazu”, una declaración conjunta que manifestaba la disposición de estudiar el aprovechamiento de los recursos hidráulicas pertenecientes en condominio a los dos países, en el trecho del Río Paraná (desde e inclusive el Salto de Siete Caídas hasta la naciente del Río Iguazú) hasta la inauguración de la represa hidroeléctrica de Itaipú, un extraño y hoy no ajeno clima se adueño de la escena política continental, insuflada desde el norte por Washington.

 

En el candombe estaban Brasil, Paraguay, y Argentina; también asistían los países del Pacifico. El tufillo de aquellos largos años de conflictos, de alteradas cancillerías, y encumbradas opiniones de cualquier vecino duró hasta la década del ochenta. Hoy, aquel viejo espíritu de cuerpo que se pavoneaba 40 años atrás, aun perdura y contamina y todavía altera, al son del carnaval de Gualeguaychú de un lado del río, y el martilleo sordo que provoca la construcción de “las papeleras” del otro, la compleja edificación del MERCOSUR.

 

Aquella pelea la dieron todos los sectores: políticos, empresarios y medios periodísticos. El fin era evitar que se construyera la represa de Itaipú, utilizando parecidos argumentos a los hoy expuestos por los ambientalistas y vecinos de Entre Ríos. Se encontraba desde el más inundado fervor patriótico, que se veía ahogado por las aguas que no solo bajarían turbias, sino que además, bajarían en cuanto a su caudal, hasta las incipientes razones ecológicas, y otros argumentos fronterizos con la ridiculez y el augurio de enfermedades -por ejemplo- que nunca se dieron. Hoy reaparecen en escena y bordean además de la margen oeste del río Uruguay, la misma sin razón, el mismo temor.

 

Si pensáramos en no tropezar dos veces con la misma “pierna”, tal vez sirva traer al presente aquel conflicto para no cometer un mismo error dos veces. Aquel conflicto que trajo Itaipú solo nos dejó estar fuera de un emprendimiento inusitado para la época y la región, y retrasar la firma del MERCOSUR por veinte años.

 

La represa fue construida en el río Paraná en un trecho de la frontera entre los dos países. La Central Hidroeléctrica de Itaipú, la mayor en operación en el mundo, es un emprendimiento binacional desarrollado por el Paraguay y por el Brasil en el río Paraná. El saldo de todo este emprendimiento significo para Paraguay proveerse del suministro del 79,2% de la energía eléctrica consumida en ese país y 26,37% de toda la demanda del mercado brasileño.

 

Para la Argentina el saldo solo fue obtener un río de tinta que inundo las paginas de los diarios de la época y arrastro el fervor chauvinista alentado por espurios intereses que solo veían en el continente suramericano una metáfora pintoresca, una promesa perfecta del eterno Macondo.

 

SUELTAME PASADO

 

La salida que Argentina encontró allá por 1966 para cargarse un gobierno constitucional y espantar los fantasmas del comunismo que el establishment solía ver en cada terraza cuando una sabana blanca se agitaba, comenzó la mañana del 27 de junio, cuando el comandante en jefe, General Pistarini, se comunicó con el Gral. Alsogaray y con Onganía para anunciarles que había llegado el momento de llevar a cabo el Golpe de Estado. A las 7.25 hs. del día siguiente, ante la negativa de Illia de dejar la Casa Rosada, el Coronel Perlinger al frente de la guardia de infantería de la Policía Federal, armada con lanza-gases desalojó el despacho presidencial.

 

Los comandantes en jefe asumieron los poderes político y militar de la República, destituyeron a todas las autoridades nacionales, provinciales y municipales, a los miembros de la Corte Suprema de Justicia y al Procurador General de la Nación. También disolvieron los partidos políticos y pusieron en vigencia el Estatuto de la Revolución Argentina.

 

El modelo de gobierno que Onganía pretendió imponer buscaba un similar con el establecido en Brasil en 1964, desarrollar cambios desde arriba con o sin el respaldo popular. Onganía declaró su intención de permanecer indefinidamente en el poder y proclamó que el programa de la “Revolución Argentina” restablecería la economía, reavivaría el crecimiento y luego distribuiría sus frutos para lograr la “paz social”.

 

En este marco paradójicamente comenzaría la historia de retroceso de un gobierno que se autodefinía como desarrollista. En estas circunstancia pero en un marco completamente distinto el régimen militar de Castelho Branco iniciado en 1964, comenzaba sí un plan “desarrollista”. Esta estrategia de “hacer obras” impulsada por Itamaraty fue parte del modelo que llegaría a su apogeo en la primera mitad de la década de 1970, y esto era lo que el gobierno militar Argentino intentaba emular.

 

El desarrollo del conflicto navego los gobiernos de Lanusse, Cámpora, Perón, y el de la dictadura militar de 1976. El alejamiento de algunos hombres duros del Palacio San Martín, provenientes de la Armada y la influencia de una mirada centrada mas en intereses económicos, que en una estrategia geopolítica férrea, impulsada por Martínez de Hoz ante su inminente fracaso, permitió que el 19 de octubre de 1979 el gobierno de Videla firmara con las autoridades paraguayas y brasileñas el Acuerdo Multilateral sobre Corpus-Itaipú, firmado en la Ciudad Presidente Stroessner.

 

A Videla le correspondió intentar remontar una historia de frustraciones diplomáticas, ya que la Argentina pretendía imponer en los foros multilaterales el principio de consulta previa en los ríos compartidos con otros países y que fracasaban frente al incontrastable avance unilateral brasileño en materia de emprendimientos hidroeléctricos durante las etapas de la Revolución Argentina y de los gobiernos peronistas (1973-1976). Mientras esta represa era para marzo de 1976 una realidad incontrastable, los emprendimientos hidroeléctricos argentinos de Corpus, Paraná Medio o el aprovechamiento múltiple del río Bermejo eran todavía proyectos.

 

Ayer como hoy los condimentos que aderezaron este conflicto fueron muy similares: petición por parte del gobierno argentino de recurrir a instancias jurídicas internacionales, amenazas de cortes de rutas y pasos fronterizos, agitación mediática. No faltó nada ni nadie. Sería difícil la adaptación, pero hay quien aventura que Busti es el emulo light de aquel Isaac Rojas, que agitaba las banderas de la defensa de los intereses nacionales ante el avasallamiento de un enemigo potencial y vecino.

 

LA PELEA POR EL AGUA

 

Sin ánimo de contrariar a los que previenen que la próxima guerra será por el agua, cabe decir que ese futuro llegó hacer rato. Y lo protagonizaron Argentina y Brasil sosteniendo una batalla geopolítica indisimulable, flotando en un mar de incertidumbres que azuzadas por la mayoría de los medios de prensa de ambos países derivaba en un conflicto con rumbo incierto e impredecible.

 

Del lado argentino existían los medios que respondían a sectores nacionalistas ortodoxos y los que reflejaron las ideas de los desarrollistas. Los primeros, como Azul y Blanco y La Prensa, denunciaban el expansionismo brasileño en la Cuenca del Plata y la alianza establecida entre Washington y Brasilia como amenazas a los intereses argentinos en la Cuenca del Plata.

 

El diario Clarín y la revista Estrategia, alertaron sobre el desequilibrio de poder favorable a Brasil, provocado por el éxito de la “diplomacia del kilowat” de Itamaraty, contrastándola con el inmovilismo del Palacio San Martín, que apostaba al triunfo del principio de “consulta previa” en los foros internacionales como medio jurídico para frenar la expansión brasileña.

 

También del lado brasileño los medios de opinión se dividieron entre aquellos que apostaron a las hipótesis de conflicto con la Argentina y los que optaron por el entendimiento bilateral.

Los medios dieron cuenta de declaraciones del canciller brasileño Antonio Azeredo da Silveira quien amenazó con el cierre de la frontera argentino-brasileña de Paso de los Libres-Uruguayana, para obtener a cambio la participación de camiones brasileños en el tráfico del túnel Las Cuevas-Caracoles construido por la Argentina y Chile. El propio presidente de Brasil, general Ernesto Geisel, le impuso al canciller da Silveira que desmintiera este cierre de fronteras.

 

Cinco días antes de la firma del acuerdo tripartito, el almirante (R.E.) Isaac Francisco Rojas, en su carácter de presidente de la “Comisión para la defensa de los intereses argentinos en la Cuenca del Plata” envió una carta al presidente Videla, solicitándole la suspensión de la firma del convenio con Brasil y Paraguay. Tras la firma del acuerdo tripartito, la Comisión presidida por Rojas renovó sus críticas al convenio, sosteniendo los efectos negativos de una cota de 105 metros para Corpus en los proyectos hidroeléctricos argentinos en el Paraná Medio, y de un eventual llenado rápido de Itaipú, que propagaría velozmente la esquistosomiasis a lo largo del Paraná.

 

Los nombres propios, algunas siglas, la música de esta parte de la historia podrán ser otras, pero lo que si se mantiene inalterable -por lo visto- es ese espíritu pequeño, que debajo de un disfraz nacionalista, no obtendrá al finalizar el baile, cuando todas las mascaritas estén bajas, otra cosa que el inalterable mismo destino: una perfecta soledad.

 

(Material consultado: Historia general de las relaciones exteriores, Rep. Arg./ Itaipú, desafió y realidad./ Conflictos regionales y el papel de la prensa.)

 

Un artículo que invita a reflexionar, y un buen repaso de historia reciente en un país de poca memoria. Pero tengo que decir que la tesis no me convence por completo. El viejo enfrentamiento con Brasil por las represas, tiene muchas diferencias con el que se produce con Uruguay. Una de las más importantes es el rol de los ciudadanos de Gualeguaychú.

 

Pero hay algo que sí es un reflejo perfecto, y que los argentinos debemos hacer lo posible por corregir: la asombrosa incompetencia mostrada por la política exterior argentina en ambos casos. Incompetencia que no surge de falencias de funcionarios o de gobiernos, aunque por supuesto hubo muchos ejemplos, ayer y hoy. Temo que tiene que ver con un problema cultural, una inclinación a escuchar solamente nuestros propios argumentos, a no evaluar cuidadosamente los motivos, los intereses y las posibles maniobras del circunstancial adversario.

 

Entiéndanme: estoy convencido que Argentina tiene buenos argumentos, y legítimos intereses a defender en el Río Uruguay. También los tenía cuando se discutió Itaipú. Y el trabajo del gobierno es defender de los intereses de su gente. Pero con inteligencia. Si nuestras propuestas no toman en cuenta las motivaciones económicas y políticas de la nación uruguaya; si los hechos que producimos – de bloqueos a presentaciones ante La Haya – no prevén los efectos que producen en el ánimo de su pueblo, el resultado será el mismo que relata Cofré en el contencioso de Itaipú, algo peor que la soledad: la ineficacia.


   

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