Iglesia y modernidad

Introducción

 

Hace tiempo que quiero plantear en “El hijo de Reco” el tema de la tensión entre la Iglesia Católica y la modernidad. Es un tema viejo de siglos – alguien puede encontrar un ejemplo de cuando la “modernidad” eran las traducciones de Aristóteles que venían de la Córdoba musulmana – pero en nuestros días, en que un Papa está dando una batalla doctrinaria por el alma de Europa que percibe en proceso de descristianización, tiene un contenido muy especial. Me interesan profundamente – entre otras cosas - las consecuencias políticas que se avizoran. Y también explorar la situación de Iberoamérica en este conflicto.

 

Pero todavía no conseguí elaborar, a mi satisfacción, donde yo mismo estoy parado. Como muchos argentinos, fui bautizado como católico, aprendí el catecismo, y educo a mis hijos en esta religión, pero no me considero un cristiano observante. Y en buena parte de mi pensamiento, soy un hombre de la modernidad. Por eso quise empezar la discusión - en parte conmigo mismo – subiendo a esta página dos reflexiones en algún modo opuestas. Una de ellas es la crítica realizada por un filósofo chileno a un libro muy leído, “El futuro de la religión”, de dos prestigiosos autores (Agradezco a Ramón Vázquez que la trajo a mi atención y a la de los amigos del Foro San Martín).

 

Mi reflexión es que, si la modernidad o, más exactamente, la sociedad moderna requiere privatizar la noción de Dios y/o la de la verdad, bueno, ahí me bajo. Y no me parece que la Iglesia Católica pueda aceptar mansamente el planteo.

 

Mi amigo Daniel Romano, un católico mucho más militante que yo, me envió hace algunas semanas su trabajo, “Ni tan clérigos ni tan laicos”, donde con fervor y citas de encíclicas y Evangelios, discute con el Papa - o al menos eso me parece a mí – el énfasis que Benedicto pone en separar la actividad pastoral de la política. Quise subirlo como una prueba más que la Iglesia es tan compleja como la modernidad.

 

Abel Fernández


   

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