Pablo Sirvén - 1 de abril de 2007
Pablo Sirvén es un buen periodista, que además escribe bien. Quizás no ha
tenido suerte en sus ensayos biográficos: pienso en su libro “Educando a
Fernando”, un relato interesante y entretenido de la campaña De la
Rúa-Alvarez, que se recordaría más si ese gobierno hubiera tenido un final
mejor. De todas formas, no puedo resistir la tentación de subir esta nota
suya para “La Nación”. Es una visión inteligente y articulada de uno de los
documentos esenciales de la década del ´70, necesario para entender a Perón
y entender esa década. Y al mismo tiempo, refleja con claridad la ceguera
que anteojeras ideológicas pueden ocasionar a un observador por otro lado
lúcido.
Entiéndanme bien; Sirvén no es un antiperonista clásico, como si lo es “La
Nación”. No tiene edad para serlo. Me parece que tiene la ideología de los
periodistas formados después del desprestigio de las ideologías
tradicionales: una especie de posmodernismo político, donde todo son
operaciones y golpes publicitarios, donde ya no hay ideales por los que
valdría la pena (¡horror!) luchar. Agrego comentarios al final de la nota.
La del martes no fue una noche televisiva cualquiera, aunque lo haya
parecido: en el 13 pasaban una película; en Telefé los "chicos" de Gran
Hermano retozaban en sus habituales naderías; en el 9 Chiche Gelblung
mostraba un extravagante auto lanzallamas para defenderse (sic) de
eventuales delincuentes, y, en América, Florencia de la V visitaba a Majul.
Todo ideal para aletargar aún más los cuerpos cansados después de un duro
día e introducirlos rápidamente en el sueño.
Sin embargo, inesperadamente, en el ciclo Filmoteca, temas de cine, de Canal
7, había una causa para el desvelo: hablaba Perón. Sí, el mismísimo Juan
Domingo, y lo hacía largo y tendido desde el escritorio de la quinta
madrileña de Puerta de Hierro que supo habitar hasta su regreso definitivo
al país en 1973. No era el fragmento de un viejo noticiero, con frases
altisonantes, extrapoladas y fuera de contexto. En cambio, aquí se veía al
líder justicialista, en la tranquilidad de su exilio, tomarse su tiempo para
desarrollar sin interrupciones su visión sobre la política, el peronismo y
el Tercer Mundo. La curiosa experiencia televisiva garantizaba una velada
provocativa y diferente en más de un sentido. Veamos:
1) Por primera vez se difundía por un medio masivo un documental ideado y
confeccionado para circular en la clandestinidad de los turbulentos albores
de la década del 70: “Perón: actualización política y doctrinaria para la
toma del poder”, dirigido por Fernando Solanas y Octavio Getino, que
aparecen de espaldas y de perfil para introducir unas pocas preguntas que
fogonean la labia imparable del general. Su estructura es más que sencilla:
plano cerrado sobre la cara de Perón que, de cuando en cuando, se abre un
poco más y deja ver, a su derecha, a una callada y muy atenta María Estela
Martínez (su tercera esposa, "Isabelita", que lo sucedería a su muerte en la
presidencia de la Nación y hoy con pedido de extradición en trámite por los
crímenes de la organización paraestatal de ultraderecha Triple A). El
documental está dividido en capítulos y consignas que aparecen escritas a
manera de separadores entre las partes y otras que buscan fijar
didácticamente ciertas definiciones del caudillo.
Este tipo de materiales era proyectado secretamente en unidades básicas,
sindicatos y domicilios particulares para adoctrinar a los militantes y
alentar el debate entre ellos durante los tres gobiernos de facto de la
Revolución Argentina (1966-1973). No pocas veces esas funciones se
interrumpían abruptamente cuando entraba la policía, decomisaba la película
y se llevaba a unos cuantos asistentes a la comisaría más próxima.
2) En un país donde se cultiva tan poco la memoria y, por lo tanto, los
archivos no son resguardados convenientemente, la posibilidad de ver y
escuchar largamente las argumentaciones de la personalidad más influyente de
la vida argentina de los últimos 60 años resulta de un gran interés, al
generar extrañas y paradójicas resonancias, cuando se contrasta lo que allí
se dice 36 años atrás con todo lo que vino después y lo que hoy mismo ocurre
en el seno del gobierno de Néstor Kirchner, también de extracción
justicialista.
3) Más allá de las fuertes pasiones que todavía despierta Perón a favor y en
contra, verlo exponer de corrido, sin leer ni trastabillar, ilustrando sus
dichos con antecedentes históricos, y con ideas y frases gramaticalmente
bien construidas remiten a una generación de dirigentes políticos ilustrados
(Arturo Frondizi, Ricardo Balbín, Alfredo Palacios, Alicia Moreau de Justo,
Oscar Alende, Alvaro Alsogaray, Jorge Abelardo Ramos y muchos más) que
contrasta con la chatura indiscriminada que se observa en los dichos de la
actual dirigencia política de cualquier extracción partidaria.
4) En el material exhibido, Perón presiente con gran lucidez la
globalización (que él llama "continentalismo") que sobrevendría un cuarto de
siglo más tarde, insiste en que los innegables progresos técnicos y
científicos que deparó el capitalismo a la humanidad no sean "a costa de un
tremendo sacrificio de los pueblos" y que hay que luchar "por un progreso
quizá no tan rápido, pero sí más justo".
5) También, claro, entra en zonas vidriosas, al afirmar que "el movimiento
peronista jamás ha sido ni excluyente ni sectario" para contradecirse de
inmediato al machacar con el apotegma que "para un peronista no puede ni
debe haber nada mejor que otro peronista" y tipificar quién es "compañero" y
quién "traidor", con lo que avalaba, de paso, a los que estaban "en una
acción violenta y activa".
-
A la abundante iconografía propagandística legada por el peronismo entre
1946 y 1955, que desde las imágenes de noticieros, afiches y acciones
sociales dejaron grabada a fuego en el imaginario colectivo la idealización
del estado benefactor y paternalista que protege a sus habitantes más
humildes, sobrevino el silencio impuesto por la Revolución Libertadora, que
amenazaba con cárcel a quien evocara esos tiempos.
Dieciséis años más tarde, el líder justicialista recuperaba voz e imagen en
Perón: actualización política y doctrinaria para la toma del poder. Antes
habían circulado cintas grabadas y cartas del líder, no siempre verdaderas.
De allí que Solanas y Getino decidieran mantener la cámara fija sobre el
rostro de Perón para que su trabajo constituyese un documento indiscutible.
Durante algo más de una semana, siempre en horas de la mañana, y con la
ayuda de Gerardo Vallejo, filmaron unas diez horas, material que luego
procesaron en el mismo laboratorio romano donde los hermanos Vittorio y
Paolo Taviani llevaban sus célebres películas.
-
A aquellas imágenes de los "años felices" de los 50 se sumaron 16 años
después éstas, de un Perón más asentado y amistoso, recuperado en su imagen
y voz. La combinación de ambas vertientes establecieron una suerte de
"cartografía" posible sobre la que aun gente muy enfrentada entre sí y la
juventud de entonces dibujaron sus propias utopías. Luego sucedió lo que
sucedió.
La emisión del martes tuvo 1,8 puntos de rating (lo más visto de ese día
para Canal 7, con inusitados 3,5 puntos en su pico máximo). Justo en dicha
jornada el presidente Kirchner sacudió a la Cámara de Casación por no
acelerar el juicio y castigo a los represores de la última dictadura
militar. A la noche, desde el canal oficial, Perón avalaba al repetir desde
el pasado aquello de que "al amigo todo; al enemigo, ni justicia".
Creo que este último párrafo expresa con claridad la ceguera a que me referí
en la introducción. Sirvén puede personalmente aprobar o no la insistencia
del actual gobierno en el castigo a los militares represores. El diario en
que publica, “La Nación”, seguramente no lo hace. Pero lo que es absurdo es
comparar la postura política de Kirchner, con los planteos que Perón
explicita en “Actualización política y doctrinaria para la toma del poder”.
En 1970 Perón era el conductor de uno de los bandos en que la Argentina se
dividía en un conflicto duro y sangriento, que ya había cobrado muchas
vidas: las víctimas de los atentados en el ´51, las del bombardeo a Plaza de
Mayo en el ´55, los fusilados del ´56, los reprimidos por el Conintes... Y
estoy contando sólo una parte de los caídos en uno sólo de los lados
(ciertamente aquel con la mayor cantidad de víctimas). En ese momento, el
país en que el conflicto se desarrollaba, nuestro país, estaba inserto en un
continente donde esas guerras civiles eran moneda corriente.
Debe decirse que Perón, al finalizar esa etapa de la lucha con su triunfo,
cuando regresa a la Patria y alcanza por tercera vez la Presidencia, trata
de terminar con el enfrentamiento entre argentinos. También debemos decir
que no lo consiguió.
Gracias... por la lectura y el "diálogo" con mi columna sobre el documental de Perón.
Sólo una aclaración: Yo no escribí "Educando a Fernando" sino Ernesto Semán. Coincido con los comentarios sobre ese libro.
Cordialmente
Pablo Sirvén – Jefe sección Espectáculos, LA NACIÓN
Gracias de mi parte por la amabilidad y el don de gentes con que aceptó la
utilización sin permiso de su nota. Y, especialmente, mi error al
confundirlo con el autor de "Educando a Fernando" (creo que algún parecido
en el enfoque político traicionó mi memoria). Debí haber citado - más
relevante - "Perón y los medios de comunicación".
Cordialmente,
Abel Fernández
[ Portada ]