Febrero 2007
Entre las cosas hay una
De la que no se arrepiente
Nadie en la tierra. Esa cosa
Es haber sido valiente.
Jorge Luis Borges
Milonga de Jacinto Chiclana
El 12 de septiembre de 1979, sí, de 1979, cuando ninguna institución en
nuestro país se animaba a hacer declaraciones acerca de los desaparecidos,
cuando – exceptuando sus familiares - pocos, muy pocos de los que hoy se
llenan la boca con los derechos humanos se dedicaban a otra cosa que a
cuidar su vida o sus negocios particulares, el Partido Justicialista (sí,
esa misma entidad desprestigiada e intervenida que contemplamos con bronca o
con sorna) realizó una presentación formal frente a la Delegación que visitó
la Argentina de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, donde decía:
“El Justicialismo ... se dirige a la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos considerando que ella representa una instancia internacional creada
por la Organización de Estados Americanos, de la que la República Argentina
es miembro desde su fundación ... que la presencia de la Comisión responde a
una generalizada inquietud de la comunidad internacional que considera que
el comportamiento de la autoridad militar que ejercita el mando de la
República Argentina es francamente violatoria de los Derechos Humanos...
Los benefactores de la actual situación son y serán nuestros implacables
adversarios... No podemos aceptar que la lucha contra una minoría terrorista
– de la que también hemos sido víctimas – se la quiera transformar en una
excusa para implantar el terrorismo del Estado. No puede haber Doctrina de
la Seguridad Nacional que esté por encima de la ley que debe amparar por
igual a todos los ciudadanos.
Por ello, el Justicialismo denuncia... la muerte y/o desaparición de miles
de ciudadanos, lo que insólitamente se pretende justificar con la presunción
de fallecimiento, que no significa más que el reconocimiento de las
arbitrariedades cometidas.”
Este documento fue firmado por el vicepresidente primero y el secretario del
Partido Justicialista, Deolindo Felipe Bittel y Herminio Iglesias. Sólo el
que ha vivido esos años, y tiene buena memoria, puede valorar lo que
significaba decir esto en público, en riesgo personal y también en
aislamiento social, cuando todos los medios hablaban de la “campaña
antiargentina” a que se prestaba la OEA; y, en el plano internacional, los
partidos comunistas que respondían a la Unión Soviética (incluso el cubano)
defendían a Videla, como el mal menor, frente a los militares fascistas.
Es cierto que Herminio Iglesias hizo política en una (mala) tradición de
prepotencia y abuso del poder. Fueron los votantes peronistas quienes se lo
cobraron, en 1985, cuando optaron por Antonio Cafiero. También es cierto
que, caído el gobierno militar, nunca denunció a los represores ni hizo
profesión de fe en los derechos humanos. Quizá simplemente no sentía que
tuviera agachadas que justificar.
Ahora que murió, me pareció apropiado rescatar este documento, y dejar que
dos hombres del socialismo más tradicional, un dirigente y un periodista,
sean los que lo despidan en esta página:
“Era un hombre de acción, de lo que tenía diversas huellas en su cuerpo,
producidas por tajeadas y balazos. Lo traté en muchas reuniones políticas y
me encontré con él varias veces en un local de la calle México donde solía
jugar al billar y si bien es cierto que se lo ha criticado con dureza, debo
decir que fue un dirigente con códigos y que su palabra tenía más valor de
compromiso que el de muchos dirigentes políticos que he conocido.
Fue un luchador muy valiente en la provincia de Buenos Aires durante la
dictadura de Onganía. También recuerdo un episodio durante la dictadura
instaurada en 1976. Nos habíamos reunido unos pocos en la Confitería del
Molino para firmar un documento de escasas cuatro líneas reclamando por los
desaparecidos, que yo debía llevar para la firma del doctor Balbín. Cuando
estábamos en esa tarea llegó un dirigente político tucumano y nos dijo que
por conversaciones que había tenido hacía pocas horas, la firma de ese
documento podía traernos serios problemas personales por la reacción de la
dictadura. Herminio, casi como una réplica a la advertencia, preguntó:
¿Dónde hay que firmar? y estampó su firma.
No he tenido con Herminio Iglesias prácticamente ninguna coincidencia
ideológica ni metodológica, pero creo que es honesto, sobre todo cuando se
ha ido de la vida, recordar un gesto valiente que, seguramente, nadie
memorará, ocupados todos con el cajón quemado y el conmigo y sinmigo.”
Víctor García Costa
... es lamentable como los medios vienen tratando la muerte de Herminio
Iglesias. Mas allá de la anécdota de conmigo y sinmigo (está lleno de
políticos y sobre todo periodistas que dicen barbaridades peores), de la
quema del cajón (de lo que no hay prueba alguna que haya influido en el
resultado electoral) y de ciertas actitudes comunes en muchos que tienen
cuotas de poder, creo que hay que destacar muchas de sus actitudes
positivas.
... a mediados de 1975 fue uno de los que enfrentó al Rodrigazo; a fines de
1975, cuando en medio del reino de la Triple A lo fueron a ver Oscar
Palmeiro, Emilio Corbiere y algún otro para ver si se podia hacer el
congreso de la entonces Confederacion Socialista Argentina que presidia la
vieja Alicia Moreau de Justo. les dijo que en Avellaneda no iba a joder
nadie; cedió gratis el teatro Roma de la municipalidad (él era intendente) y
puso la seguridad del congreso.
... aún en pleno proceso, fue uno de los pocos que tuvo bolas cuando junto
con el viejo Deolindo Bittel, en representación del PJ, fueron a denunciar
ante la comisión de derechos humanos de la OEA que estaba acá, el genocidio
militar y entregaron un documento. Esa denuncia fue muy importante en el
ámbito internacional. Yo, que estaba rajado de Telam y trabajaba en NA, fui
mas de una vez a verlos a un hotel de la calle Castelli, en el barrio de
Once.
Recuerdo su buena voluntad para atender a la gente cuando fue diputado
nacional entre 1985 y 1989. Atendía a todo el mundo que lo iba a ver...
tenía la virtud de no preguntar si el que le iba a pedir favores era
peronista, radical, conservador o comunista. No hubo nadie que se fuera sin
ser atendido y en un alto porcentaje consiguió dar una mano. Creo que no fue
el ejemplo de lo que debe ser un dirigente de alto nivel ya que se debieran
tener también elementos sólidos de formación y no solo la universidad de la
calle de la que él hablaba, pero yo guardo un buen recuerdo de Herminio como
ser humano.
Fernando Del Corro
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