El triunfo de McNamara


Hace dos días dije en esta página que tenía muchas ganas de empezar aquí una discusión sobre aborto y natalidad, bah, sobre hijos y madres. No quiero repetir lo que siento son, en ambos lados, discursos políticos, aunque sean sinceros. Por eso estaba, estoy, buscando una forma de empezar a hablar de un tema que tiene que ver con la vida en el sentido más básico. Pero cuando nada menos que en La Nación de hoy leo esta nota de Jorge Oviedo, no puedo contenerme. Entiéndanme, Oviedo es un columnista económico “de derecha”, en el sentido que se le da en Argentina. Es lúcido e inteligente, y he usado análisis suyos en esta página. Eso sí, sus enfoques siempre son coherentes con lo que puede esperarse de La Nación, diario coherente si los hay. Pero lo que él dice aquí sobre la esterilización subsidiada por el estado es lo que decía cualquiera de lo que entonces llamábamos “el campo nacional” en los `60 y en los `70, cuando Robert McNamara, como vocero del consenso de ese entonces del “establishment” internacional, impulsaba desde el Banco Mundial las políticas de limitación de la natalidad.

Insisto, no quiero simplificar. Tampoco estoy de acuerdo con lo que dice sobre el costo laboral de la maternidad, que me parece groseramente exagerado. Pero hay algo muy loco en un país subpoblado donde es más fácil, más barato, esterilizarse que curarse, o conseguir trabajo.


Una fórmula para el desastre

por Jorge Oviedo

 

¿Será razonable que un país, al mismo tiempo, eleve el costo laboral de la maternidad y disminuya hasta cero el costo de la esterilización de los individuos? Si se piensa en términos económicos, ¿cuál sería la consecuencia esperable en un país con alta tasa de desocupación y empleo en negro entre las mujeres jóvenes? Que los empleadores preferirán a los esterilizados a la hora de ofrecerles un nuevo empleo en el sector formal.

La situación no es hipotética ni la clase de ejercicio que se propone a los estudiantes de economía. Ocurre en la Argentina.

En el país se encarece el costo laboral no sólo con dobles indemnizaciones, prohibiciones de cambiar tareas, elevación de los costos de los accidentes laborales. Todo ello tiene un plus en el caso de empleadas embarazadas e incluso, según algunos proyectos, en el caso de los padres.

Por otro lado, la legislación que impulsó el Gobierno hace más fácil la esterilización voluntaria que un recuento de glóbulos rojos. Quien quiera obtener un hemograma cubierto por el sistema de seguro de salud o gratuito en el de salud pública deberá conseguir que un profesional médico lo solicite. Que exista una razón médica para realizar una práctica que no tiene ninguna consecuencia perjudicial. Es lo mismo que ocurre, al menos en la letra de la legislación, con los antibióticos, que no pueden venderse sin receta. Más restricciones hay con otros medicamentos, como los psicofármacos, para los cuales es necesario una receta con copias, que deben archivarse.

En esos casos la legislación custodia la salud y limita las libertades individuales imponiendo una restricción, que desde el punto de vista económico, podría ser considerada como un precio. Para conseguir que me hagan un hemograma o me administren un psicofármaco deberé convencer a un profesional de que es necesario y no podré argumentar, simplemente, que quiero acceder a ellos en ejercicio de mi libertad individual.

La libertad del individuo está todavía más restringida en otros casos. Por ejemplo, no se puede, según la legislación, viajar en automóvil sin usar cinturón de seguridad, ni en moto sin usar casco, ni….

Pero otra ley acaba de hacer completamente gratuita en hospitales públicos cualquier intervención quirúrgica para esterilizar al hombre o mujer que lo solicite, sin necesidad de que exista un motivo médico. Todos los costos son reducidos a cero o incluso, bien mirados, subsidiados. Como si se hubiera lanzado una ley nacional de promoción de las esterilizaciones. El profesional interviniente tiene, según la ley, expresamente prohibido hacer una objeción de conciencia. El valor supremo es el derecho a esterilizarse.

Según el régimen legal argentino nadie tiene derecho a que le administren bancomicina (un antibiótico perfectamente legal) si no existen razones médicas altamente justificadas. Nadie puede probar legalmente una dosis de Rohypnol (un hipnótico) por una única vez y sólo por experimentar. La libertad individual está en esos casos fuertemente limitada, porque lo que se tutela es la salud, incluso aunque los hechos no tengan consecuencias futuras para el individuo en cuestión.

En cambio, el Congreso dispuso subsidiar la esterilización de personas mientras, por otro lado, avanzan proyectos que cargan sobre los empleadores el aumento de costos por tener trabajadores con hijos.

Nadie que tenga un mínimo conocimiento de economía dejará de pensar que se trata de una fórmula para el desastre.


LA NACION - Domingo 13 de Agosto de 2006


 

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