Por último, lo último. Lo que más debe preocuparnos, porque es más difícil de resolver que los problemas que plantean Roa y Gallardo. Y esos no son problemas sencillos. Pero este artículo que se publicó en una revista española en febrero de este año, y que relata una realidad de ellos, podría haber sido escrito por un docente del secundario (perdón, EGB) en muchas, muchísimas escuelas de la Capital, del Gran Buenos Aires, de las grandes urbes argentinas. Y el que lee hasta el final este artículo, encontrará en el último párrafo una insinuación que en el resto de Europa pasan cosas parecidas. Este problema no se arregla entonces con recursos, ni con desarrollo… Parece ser una enfermedad de nuestra civilización


Profesores contra las cuerdas

(PD).- Los alumnos les insultan e incluso les pegan, apoyados a veces por sus padres y por una ley que resta autoridad a los maestros. Escribe Idoia Sota en la revista Época que, para colmo, la sociedad les exige que ejerzan de domadores al tiempo que enseñan: "Eso, sí, sin látigo".

"Don Miguel" le llamaban antaño sus alumnos. Ahora, "Miguel" o "Miguelito" desde que el broncas de la clase le soltó: "Hay la misma distancia de aquí allí, que de allí aquí, así que ven tú y así mueves el culo, Miguelito".

Quiso echarlo del aula, pero ante las risotadas de sus compañeros de primero de ESO, el héroe de la jornada se negó a salir. "Le cogí del brazo para sacarlo, pero se tiró al suelo", recuerda el docente, que todavía, un año después, no ha logrado salir de su asombro. "Acababa de regresar de una baja por depresión y ya no podía enfrentarme más a esos bestias".

Si quería que la historia acabara de forma medianamente civilizada, sólo le quedaba dar por terminada la clase y solicitar una expulsión temporal para el alumno.

El padre del chico también acudió al director, pero para pedirle que despidiera al profesor "porque no sabe tratar a sus alumnos, y si su hijo consideraba injusto que le echaran del colegio, por algo sería". El chaval fue expulsado tres días del centro, y don Miguel, para siempre.

La dirección de un colegio privado no quiere enfrentarse con las familias, que pagan unos 400 euros por la matrícula de sus hijos. De los públicos, ni hablamos... Desde fracaso escolar hasta detectores de metales en la entrada.

"El que puede pagarlo lleva a sus hijos a un privado sin dudarlo un momento", lamenta Araceli Oñate Cantero, directora del séptimo estudio Cisneros, Violencia y acoso escolar: "El sistema educativo respalda la discriminación de los niños de familias desfavorecidas que sí quieren estudiar". Oñate alerta, sin embargo, de que, "de los 5.000 centros que hemos estudiado en Madrid, el colegio con mayor tasa de violencia es uno privado de la zona norte".

Desgastar a los profesores es lo único que los alumnos saben hacer despacito y con buena letra. Desde que se puso en marcha el diciembre pasado, el teléfono de atención al profesor acosado (915 220 827) ha recibido más de 300 llamadas de socorro.

"El 70% de los docentes que consultan con el servicio presenta síntomas de depresión y, de ellos, un 30% ya recibe tratamiento", informa Inmaculada Suárez Valdés, profesora, psicóloga del sindicato de enseñanza ANPE en Madrid y responsable del equipo que atiende las llamadas.

Por su parte, "SOS Bullying ha atendido un total de 10.000 llamadas por acoso escolar, de las que el 22% (2.197) eran de profesores", señala Ferrán Barri, psicólogo y presidente de ANPE Cataluña y de SOS Bullying.

Sólo en Madrid, el 72,6% de los profesores tiene alto riesgo de padecer una enfermedad mental, como depresión o ansiedad, según un estudio de la Fundación Jiménez Díaz y ANPE. "En uno de los colegios que participó en el estudio", recuerda Oñate, "irrumpió un profesor en el despacho del director: 'No entro más en esa clase si no es con un guardia jurado'; y un compañero que pasaba cerca respondió: 'Si a él le ponéis vigilancia, yo también quiero".

"La situación es sangrante", denuncia Oñate Cantero: "Los padres desautorizan a los profesores, los equipos docentes se desautorizan entre sí y, con la última reforma educativa, una clase de tercero de primaria en un centro público, por ejemplo, puede eximirse de acudir a clase tan sólo con enviar una carta al director". Pero el problema no nace en las escuelas, sino en casa.

Los niños se encuentran en un absoluto abandono emocional, bien porque vienen de familias desestructuradas o bien porque sus padres se pasan la vida en un avión.

"Una vez, una madre se quejó a la dirección del centro porque habían expulsado a su hijo del colegio. Y, al estudiar su caso, se descubrió que el niño no estaba matriculado", cuenta Oñate. CC OO propuso que los centros tuvieran normas pactadas democráticamente, sanciones ágiles y efectivas, comisiones de convivencia...

"En estas comisiones", explica Oñate, "el alumno consigue reunir al jefe de estudios, al director y a sus padres. Se siente importantísimo y sus compañeros se preguntan: '¿Qué hay que hacer para conseguir eso, romper todos los cristales? Pues adelante".

María José Díaz-Aguado, catedrática de Psicología de la Educación de la Complutense y directora de un master en programas de prevención de violencia, también ha estudiado el problema: "El 20% de los chicos encuestados reconoce haber hablado mal a los profesores.

Pero muchos dicen que, anteriormente, han recibido esas faltas de respeto por parte de los maestros", explica Díaz-Aguado.

La violencia como respuesta a la violencia también es una de las conclusiones a las que llega el Cisneros VII. Del 38% de niños que aparecen en el estudio como víctimas de acoso, la mitad (el 19,7%) utiliza el hostigamiento contra otros. Además, "muchos de los niños que agreden a sus compañeros han aprendido la violencia en sus hogares.

Y lo que es más grave, posiblemente en un futuro se conviertan en maltratadores en sus casas o en el trabajo", señala Iñaki Piñuel, codirector de Violencia y acoso escolar y autor de numerosos libros sobre mobbing. La sociedad colabora en la frustración de los docentes.

Entre los factores del agotamiento profesional de los profesores -conocido como burnout, "quemado"-, Valentín Martínez-Otero señala "la inquietud e incertidumbre ante el futuro legislativo y la merma de prestigio social". Se han depositado demasiadas expectativas en la escuela, olvidando la responsabilidad de otras instituciones y se culpa del fracaso educativo a los profesores.

"Se necesitan leyes que recuperen el principio de autoridad", propone Oñate. Luis Peral, consejero de Educación de la Comunidad de Madrid, responde: "Reforzaremos el respeto en las aulas.

Y, si es necesario, cambiaremos la normativa". Cualquier propuesta que suponga un cambio de rumbo sería bienvenida. De lo contrario, seguiremos los pasos de la mayoría de los países europeos, donde ya no quedan estudiantes en las escuelas de Magisterio.

 

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