Abel B. Fernández
Muy poco antes de la Pascua, desde dos medios muy importantes entre los
formadores de la opinión global: el diario New York Times y la revista National
Geographic se lanzó la noticia de un “descubrimiento”: el evangelio de Judas.
Por supuesto, todos los diarios del mundo la reprodujeron alegremente, con
opiniones académicas incluidas, sin tomarse el trabajo de chequear con
historiadores serios del período. Los periódicos argentinos no fueron una
excepción, pero debo reconocer que Clarín tuvo la honestidad profesional de
publicar poco después, el 12 de abril, una columna de Marcelo Moreno donde pone
las cosas en su lugar (“Judas, 30 monedas y millones de dólares”). La destaco
porque, aunque a menudo no estoy de acuerdo con sus opiniones, en este caso
denuncia con justeza el aspecto de “marketing” de todo el asunto, y la grosera
simplificación en que se incurrió. Igual, creo que el tema da para profundizar
algo más.
Es llamativo que se haya elegido este manuscrito gnóstico para esta “operación
mediática”. Es cierto que, como dice Moreno, hay una correspondencia entre el
tema de la confabulación secreta – habitual en el periodismo sensacionalista y
en los populizadores mercantiles de la historia – y la insinuación que recorre
todos los evangelios gnósticos: un conocimiento oculto al que sólo los iniciados
– como el lector – pueden acceder. Compárenlos con el estilo simple y abierto de
los evangelios canónicos. Y fíjense como el periodismo gráfico presentó el tema:
“El relato secreto de la revelación que Jesús confió a Judas Iscariote justo
antes de la Pascua”…
En ningún lado se mencionó que el “Evangelio de Judas” – denunciado por San
Ireneo en el año 180 y aludido por Borges en 1944 – es uno de los muchos textos
descubiertos en el siglo pasado, incluyendo los evangelios de Tomás, María
Magdalena y Felipe, probablemente escritos por gnósticos.
Los medios, que no profundizaron – y probablemente no conocen – las creencias
gnósticas, las tratan con la benevolencia automática reservada a los que
disienten con la ortodoxia. ¿Tienen noción que afirmaban que el mundo material
es malo en sí, que el Dios de los judíos era un demonio – lo que los convierte
en los primeros antisemitas ideológicos – y que Cristo era puramente un espíritu
que sólo parecía estar encarnado? (En algunas – repugnantes – versiones, el
espíritu habitó el cuerpo de un Jesús humano, para salir cuando lo llevaron al
Gólgota y flotar sobre la cruz riéndose de los que pensaban que lo mataban).
Es cierto que hay más cosas en la Gnosis que esta visión, pero el rechazo de lo
humano es parte inescapable de ella.
Quizá lo que me fastidia más en este asunto son las “opiniones autorizadas”
publicadas en el lanzamiento original, como la atribuida a Elaine Pagels,
profesora de religión en Princeton ¡que se especializa en estudios sobre los
gnósticos! que afirma: “Estos descubrimientos acaban con el mito de una religión
monolítica, y demuestran cuán diverso y fascinante era el primitivo movimiento
cristiano”.
¿Quién se supone que mantenía ese mito? Los escritos cristianos de los siglos I
y II, de San Agustín, San Ireneo, Orígenes, de todos los después llamados Padres
de la Iglesia, están llenos de polémicas y denuncias de herejías. ¿De dónde
surgieron la Iglesia Copta, que aún perdura en Egipto, la Iglesia Nestoriana, el
maniqueísmo, las opiniones de Pelagio,…? A los periodistas no se les exige
erudición, pero un profesor debería ser más serio. Bueno, probablemente pronto
estará en rodaje “El Evangelio de Judas-La película”, como contribución
fundamental al nuevo mito. Como decía Chesterton: “Los que afirman no creer, en
realidad creen en cualquier cosa”.
(Con agradecimiento a Michael Flynn, por datos publicados en una comunicación en
Internet)
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