Reproduzco este artículo de un periódico español (La Razón), que
a su vez cita a un análisis inglés, por tres motivos:
• Da el punto de vista convencional de europeos y norteamericanos sobre la
situación italiana actual, a la vez que brinda imágenes muy concretas, y – para
un argentino, sorprendentes - sobre lo que está pasando
• Aunque fue escrito hace cuatro meses, señala las raíces de la crisis actual
• Y por último ¿no encuentran algún eco de problemas nuestros?
Roma: Aunque los italianos prefieren mirar a otro lado, la crisis de identidad que reflejan los estudios independientes y que vaticina la Unión Europea se va filtrando lentamente en las páginas de sucesos y economía. Sin embargo, las compras de Navidad, mucho más modestas que en años anteriores, siguen ocupando la atención de los italianos estos días. «La estructura familiar resiste aún, pero los indicadores son escalofriantes», añade Hooper.
El mes pasado se descubrió que uno de los principales hospitales de la capital
se había quedado sin presupuesto para pagar los negativos de las radiografías.
Los pacientes esperaban durante meses sus pruebas hasta que, extrañados,
advirtieron a la Prensa. Se descubrió lo peor: los funcionarios no podían hacer
su trabajo, sencillamente porque no tenían materia prima. La falta de recursos
llega a todos los sectores.
Sin presupuestos. «La lucha antimafia tiene ahora un enemigo más grande que
nunca: la falta de recursos. La Policía no puede hacer el control del territorio
necesario porque no hay presupuesto para gasolina. Han reducido drásticamente
las patrullas», asegura a LA RAZÓN Dino Paternostro, uno de los héroes de la
lucha antimafia, desde la localidad siciliana de Corleone. «Los jueces
instructores contamos con ordenadores viejísimos, tenemos que pagar de nuestro
bolsillo las fotocopias y nos vemos obligados a elaborar investigaciones de
primer orden en despachos compartidos», se queja a su vez Armando Spataro, el
magistrado que coordinó la captura del Egipcio, el cerebro del 11-M, que fue
arrestado en Italia.
Hay cientos de ejemplos. La escasez se va cobrando terreno, a pesar de que el
Gobierno y las administraciones locales hacen malabares para evitar el derrumbe.
La deuda pública, con la que se busca tapar agujeros, sobrepasa la temida cifra
del 100 por cien del PIB y supera con creces la de la mayor parte de los estados
africanos y latinoamericanos. Es la tercera más abultada del mundo.
Las voces más alarmantes vienen siempre de los observadores extranjeros, porque
en el país ningún partido político, ni institución, se atreve a cargar con el
sambenito del pesimismo. «Italia no se ha dado cuenta de que no se ha adaptado a
la globalización, la pérdida de competitividad es sangrante y no parece que haya
nadie dispuesto a remediarlo. Es un hecho incluso cultural», explica Hooper.
El monográfico del semanario inglés, donde se vaticinaba el «Adiós a la Dolce
Vita», tachado de alarmista por el Gobierno y la oposición, aseguraba que las
infraestructuras son insuficientes, están entre las más atrasadas de Europa y no
son seguras. La semana pasada se registró el enésimo accidente mortal de tren en
lo que va de año. Dos trenes de pasajeros chocaron frontalmente al sur de Roma,
dejando como saldo decenas de heridos de gravedad y un muerto. Menos de 24 horas
después, el primer ministro, Silvio Berlusconi, tenía que inaugurar un nuevo
«tren de alta velocidad», que es el más lento de Europa en su categoría. El
Gobierno decidió anular el acto, para el cual se había preparado el eslogan
«Cambiamos la ferrovía, cambiamos Italia».
Alarmados por la evidencia, los diarios de la oposición han reunido datos
sobre los trenes italianos, concluyendo que hay locomotoras y vagones que no se
han modernizado desde 1927.
«La combinación no puede ser peor. En Italia no hay recursos visibles, pero
tampoco invisibles. Por ejemplo, la competitividad de Alemania ha resistido
gracias a la alta especialización, la buena formación de sus ciudadanos o la
calidad de su producción industrial. Mientras que la mano de obra italiana no
sólo es una de las más caras de Europa por la legislación protectiva, sino que
además es una de las peor formadas», comenta Hooper. También la revista «Time»
se dio cuenta del desastre al que está abocado el país, en un dossier en el que
se concluía que la primera víctima del auge chino será Italia. «Están
compitiendo en sectores equivocados, no apuestan por la tecnología, ni por los
servicios, siguen anclados en la pequeña empresa familiar», añade Hooper. «El
modelo italiano funcionó demasiado bien durante muchos años, es un modelo
integrador, de consenso, que acoge a todos y evita las confrontaciones
ideológicas». Por eso, asegura, la población y sus políticos no se resignan a
cambiar «aunque estén hundidos».
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