Octubre 2005
por Abel Fernández
Estimados y estimadas:
La mayoría de ustedes están habituados (resignados?) a recibir latosos mails
míos de cuando en cuando. Justo antes de una elección me parece oportuno, ya que
todas las jugadas han sido hechas y sólo queda esperar el escrutinio; una buena
oportunidad para escribir, leer, pensar sobre lo que estamos haciendo (nosotros
los peronistas, nosotros los argentinos).
Igual siento que debo justificarme a mí mismo al añadir al aluvión escrito sobre
estas elecciones, montañas de análisis que contrastan con el visible desinterés
de la gente por ellas. Sin ir más lejos, en esta nuestra página
www.reconstruccion2005.com.ar
(alias RECONS) publicamos un ensayo de Julio Godio - con un enfoque favorable -
acerca de las posibilidades del proyecto de Kirchner, y el análisis de Rosendo
Fraga - crítico - que describe las previsibles, aún con los resultados que
anuncian las encuestas, limitaciones del gobierno en el Congreso, y ve en el
duhaldismo un inevitable componente del futuro frente de centro derecha. Son
trabajos lúcidos, y como la mayoría de los que examinan seriamente la realidad,
perciben que la batalla más importante en estas elecciones se da en el seno del
peronismo. Pero creo que sobre nuestras internas los peronistas tenemos que
decir algunas cosas.
En realidad, las hemos estado planteando todo este año en RECONS, repensando un
peronismo que dividido, confundido y deteriorado en su base social sigue siendo
la fuerza política nacional clave para gobernar la Argentina. Hace más de un año
escribía en un mail que algunos de Uds. recibieron: ---Hay una imagen que acuñó
un autor que valoro mucho: G. K. Chesterton, inglés y católico, decía que la
Iglesia era inmortal porque había aprendido a morirse: Por ejemplo se había
muerto, dejando la cáscara institucional, cuando al final del Imperio Romano el
arrianismo era la opción de los últimos emperadores y los primeros reyes
bárbaros. Cuando en el otoño de la Edad Media se imponía el nominalismo. Poco
antes de la Revolución Francesa, cuando hasta los cardenales eran escépticos. Y
siempre había revivido con un nuevo impulso y un nuevo aporte doctrinal.
Salvando muchaaaas distancias, yo uso la imagen con el peronismo. Como toda obra
humana, puede morirse, y algún día lo hará. Pero es indudablemente cierto que ha
durado mucho más de lo que podía razonablemente preverse, especialmente por
intelectuales europeos a los que los vuelve locos. Y mantengo que se debe a que
se ha muerto, y como quien no quiere la cosa revivió distinto.
¿O acaso en el '55, después de la Libertadora, toda la dirigencia del Partido
Peronista y de los sindicatos oficialistas no desaparece, dejándolo a Leloir,
por portación de apellido oligarca, como síndico de la quiebra? Allí surge con
su propias conducciones y su militancia joven, sólo articulada por distantes
cintas de Perón, el peronismo de la Resistencia. Después del '66, de que no
fuera capaz de defender el triunfo de Framini, del fracaso del Operativo
Retorno, con Onganía, el peronismo estaba muerto. Como dijo alguien, quedaban
los que se reunían con Fatigatti. Y ahí llegó nuestra generación, con las
Cátedras Nacionales y con las orgas. Y fue un peronismo muy distinto de aquel
del '45 al '55 y del de la Resistencia, en lo político y en lo social, con una
fuerte participación de la clase media y con valores claramente diferentes.
Tenía adentro contradicciones y enfrentamientos que no supimos resolver y que
terminaron ahogándolo en sangre.
En la historia reciente, hemos tenido pequeñas muertes y pequeños nacimientos -
que algunos considerarán abortos - que renovaron sus dirigentes, sus aliados, su
discurso, su accionar. Estuvo la Renovación, que cambió significativamente los
métodos utilizables en muchos distritos y que, para bien y para mal, nos
convirtió desde entonces en un partido político. Vino el Turco, que logró hacer
en algún momento lo que ni Perón pudo: juntar a los pobres con los ricos, al
peronismo con el establishment. Aún los que lo odian - y pocos han despertado
tanto odio como él - saben con bronca que ya no puede darse por hecho que el
peronismo estará siempre en malas relaciones con el poder económico y/o los
yanquis.
¿Y hoy? Bueno, claramente hay un proyecto en marcha, encabezado por nuestro
presidente el Pingüino, que junta al peronismo como aparato político con los
votos y los valores de la clase media progresista, con un remoto eco del '58
y de Frondizi pero con más manejo del poder, haciendo equilibrio en lo
internacional entre el discurso de Chávez y la política de Bush. Y todos sabemos
también que hay muchos peronistas que tienen problemas de piel con ese
proyecto y ese estilo, que se sienten más identificados con valores e
instituciones que respetaba el General. La pelea con Duhalde es la ocasión en
que este enfrentamiento se manifiesta, pero no empieza con la ruptura entre los
dos, ni termina con la elección del 23.
No nos engañemos entonces: el éxito o fracaso en lo inmediato del gobierno
depende de la economía, la víscera más sensible como también decía Perón.
Pero Duhalde no plantea una opción diferente en profundidad en ese plano: su
ministro de Economía es el de Kirchner. Tampoco la derecha ni el centro derecha
tienen hoy un proyecto alternativo, más allá del duelo que algunos no han
elaborado por el 1 a 1. Por eso no presentan una alternativa nacional en esta
elección. Pero la Argentina hoy se dirime un conflicto cultural, que se decide
en los corazones de la gente pero se expresa en la política. Y si se manifiesta
en el peronismo es porque es la estructura política nacional que queda en pie
con voluntad de poder, que han perdido o no se plantean otros sectores quizá más
afectados: las Fuerzas Armadas, la Iglesia.
Digo "se manifiesta" y no "se resuelve" es porque hay una realidad que los
peronistas podemos entender mejor que los analistas de afuera: Cuando Héctor
Schamis, en La Nación del 19/9/05, lamentaba la ruptura de la coalición de
gobierno entre la estructura justicialista de la Provincia de Buenos Aires y el
segmento del progresismo urbano de clase media alineado con Kirchner, "coalición
que - dice - salvaguardó las instituciones democráticas, revirtió la crisis
económica y puso al país de pie" se equivoca por lo menos en algo: la coalición
no está rota ... hoy. Los candidatos del Frente para la Victoria y los
funcionarios políticos claves del oficialismo son, en su mayoría, hombres del
aparato justicialista que, como le gusta decir a Mario Wainfeld, tiene el hábito
de correr en auxilio del ganador. La ilusión trasversal está tan olvidada
como el 3er. Movimiento Histórico. Los aliados no peronistas del presidente
son más frecuentes entre los radicales que entre los socialistas. Y el
kirchnerismo no tiene cuadros ni militantes, apenas si operadores.
Por eso es necesario diferenciar lo principal de lo accesorio: Es fútil discutir
si los duhaldistas con poder se acercarán o no a Kirchner. Ciertamente lo harán.
No serían peronistas si no lo hicieran. Pero eso no resuelve, no termina, el
conflicto. Los políticos expresan los conflictos, a veces los aprovechan, cuando
hacen mejor su trabajo los encauzan. Son los conductores quienes los resuelven,
generando nuevas realidades, y nuevos mitos. No se puede conducir a la Argentina
solamente desde "Página 12", como suele decir Julio Bárbaro. Y algunos sentimos
que la consigna y la realidad que necesitamos para unirnos en un nuevo esfuerzo
es un proyecto de Nación.
Quiero aportar a eso. Creo además que, como idea, es lo fundamental del
peronismo, y que todo el resto es accesorio. Por eso es que puse arriba lo del
adiós a RECONS. Porque además de un sitio en Internet (que trataremos de
conservar en alguna forma) era un proyecto político local, como lo es toda
política en serio. El primer artículo que colocamos llevaba por título "La deuda
del peronismo metropolitano". Respeto a los que siguen esforzándose por hacer
algo con el PJ de la Capital. Pero, en mi opinión, ya no es hoy un instrumento
útil para el peronismo, ni - más importante - para el pueblo de esta ciudad.
La culpa no la tiene Alberto Fernández, ni Servini de Cubría, ni tampoco César
Arias. Parte de la responsabilidad, me parece, recae en el último caudillo que
tuvo el peronismo porteño, Carlos Grosso, porque privilegió ser dirigente de
los políticos y no de la gente. Pero en realidad el problema es el del
Partido Justicialista en su conjunto, que se ha transformado en una
confederación de partidos provinciales, que en muchos casos están hegemonizados
por los aparatos políticos de los intendentes y los gobernadores, con mecanismos
que se parecen mucho al viejo clientelismo conservador. Y en la Capital esto
no funciona.
Es un poco irónico pensar que para encontrar una nueva propuesta debemos
recurrir a conceptos que eran familiares al más viejo peronismo: el rol de las
organizaciones sociales, el concepto de movimiento del que el partido es un
instrumento. Pero esta es una ironía que debemos disfrutar entre nosotros. Para
que la sociedad nos tome en serio, el mensaje debe ser tan moderno como una
presentación de Pepe Albistur.
Un abrazo a todos y buena suerte.
Abel Fernández
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