Agosto 2005
por Nathan Rosenberg, Economista
Tengo 77 años: gozo del milagro de ver doblarse nuestra esperanza de vida.
Soy hijo de inmigrantes judíos, por eso creo en la capacidad del hombre de
progresar. Mi padre fue marxista y yo creo en el libre mercado y la
competencia con ajustes sociales. África no necesita limosnas, sino que la
dejemos competir con nosotros y vender sus productos aquí y en EE. UU.: sólo
así levantará cabeza
LLUÍS AMIGUET
-
Siento llegar tarde, joven.
- Está usted disculpadísimo.
- La parte buena de mi tardanza es que es debida al tráfico, que es
tremendo.
- No le sigo.
- Pues sígame: un tráfico denso y continuo como éste anuncia prosperidad
económica. Los expertos analizamos indicadores así en países donde las
estadísticas no son fiables.
- Pues las empresas se deslocalizan: se van de este país.
- Como en EE. UU.: se van para aprovechar los bajos salarios de países como
Turquía, China e India. Y ustedes pueden reaccionar de dos modos: o bajar
sus salarios...
- España ya es de los que pagan sueldos más bajos de la UE.
-... O empezar a fabricar bienes y servicios tan sofisticados que generen
mucho valor, es decir, que den mucho que ganar, y que los países en
desarrollo no puedan imitar.
- ¿Y eso cómo se consigue?
- Pues con investigación y desarrollo y talento, en definitiva. Invirtiendo
mucho dinero y esfuerzo personal y colectivo en ser más creativos y
productivos.
- ¿Le parece difícil ganar a India?
- Cuidado con India. Hace unos días estuve investigando el desarrollo hindú
durante unas jornadas económicas. Me fijé al azar en un sector, el pesquero:
monté en un bote de pescadores de la costa.
- Vida sencilla y humilde: escasez.
- Tenían un GPS y un radar para detectar los bancos de peces; llamaban con
sus móviles a los mercados de las ciudades de la costa a ver qué especies
tenían mejor precio en el día y se ponían a buscarlas. Cuando ya tenían las
capturas volvían a comprobar los precios: ¡Y era un botecito de nada!
- Recuerdo que yo daba limosna en el ´cole´ para chinitos e indios.
- China e India juntas suman más del 40% de la población mundial: casi uno
de cada dos seres humanos es chino o indio, y todos esos consumidores y
productores nos están empezando a tutear.
- ¿Malo o bueno?
- Para ellos, estupendo, pero nos obliga a "ponernos las pilas". Yo creo que
es bueno que compitan con nosotros, y nuestra peor reacción es pedir a
nuestros estados que nos subvencionen y nos pongan aranceles para proteger
nuestra industria textil.
- Es lo más obvio y cómodo.
- Si EE. UU. hubiera hecho eso, que es lo que los fabricantes pedían, cuando
los coches japoneses nos inundaron y nos empezaron a costar puestos de
trabajo en la industria americana de automoción hoy ya no tendríamos
industria automovilística: los japoneses nos la hubieran arrasado.
- ¿Tanto?
- Casi todo lo que sabemos de robots y automatización y optimización de
fábricas de coches lo hemos copiado de los japoneses, y ellos han copiado
otros aspectos de nosotros, en el área del marketing y la publicidad.
Resultado: todos hemos ganado y los coches son mejores y más baratos en
Japón y en EE. UU y los mercados más eficientes. Cerrar mercados llevaba a
la guerra, primero industrial y luego...
- ¿Esa fórmula sirve para África?
- ¡Por supuesto que sí! El gran problema de África no es que no le demos
suficiente limosna ni subsidios ni ayudas al desarrollo. Su gran problema es
que no la dejamos competir con sus productos agrícolas en nuestros mercados
para proteger a nuestros agricultores, que hoy ya no son productivos ni
competitivos y viven de las subvenciones. Esas subvenciones y esas cuotas
con que impedimos que los africanos nos vendan sus productos son las que
matan de hambre hoy a los agricultores africanos. Cada euro de subvención a
los campesinos aquí, en España o Cataluña, es un euro arrebatado a los
campesinos africanos, que podrían competir.
- Pues aplíquense el cuento en Estados Unidos.
- Tiene usted razón: nuestro presidente alardea de defender la libertad de
mercado, y es mentira. EE. UU. protege sus aceros con cuotas y subvenciona a
sus agricultores, lo que sume a otros estados americanos en la pobreza,
además de imponer aranceles en muchísimos productos, destruyendo así riqueza
y empleo en los países pobres que los producen.
- ¿Hacía dónde va el mundo?
- La pregunta no es muy concreta, pero tiene una respuesta clara: fíjese de
dónde venimos y alégrese conmigo del milagro que no todos saben ver. Mi
padre enviudó cuatro veces...
-Lo siento.
- Sus esposas murieron todas de parto. Mi hijo es obstetra, especialista en
partos, lleva 15 años de ejercicio intensivo y ¿sabe cuántas pacientes se le
han muerto en un alumbramiento?
- ¿?
- ¡Ninguna! ¿No es un milagro que esto haya sucedido en sólo medio siglo? La
penicilina, los antibióticos... ¡Mire la esperanza de vida que tenemos y
dígame que no vivimos la era más maravillosa de la historia! Ahora tenemos
que convertir el milagro en universal, permitamos a África que nos acompañe:
dejémosles competir
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