Integración energética sudamericana

Por: Gerardo José González

Noviembre de 2004

 

Simple, pero no fácil

Hasta que Inglaterra comenzó a explotar sus minas de carbón en gran escala para usarlo en las fundiciones y como combustible de buques, ferrocarriles y usinas eléctricas, los pueblos del mundo quemaban leña (dendroenergía). Hasta finales del siglo XIX el carbón alimentó la revolución industrial y la expansión global de las potencias imperiales. Estados Unidos, país –continente, desarrolló el petróleo como combustible alternativo industrial y familiar, pero esencialmente para el impulso de los automóviles, buques y trenes. Luego se suma el gas a la matriz energética. Por último la energía atómica.

El futuro de por lo menos los próximos treinta años señala inequívocamente la abundancia y baratura de las fuentes mencionadas, haciendo inviables económicamente a gran escala (marginales) a otras estudiadas (mareomotriz, geotérmica, solar, eólica)

Dado que el carbón y los hidrocarburos se concentran de manera fuertemente desigual en el planeta, su explotación depende de la demanda mundial. Bolivia posee enormes reservas gasíferas cuya población no consume por el bajo grado de desarrollo nacional. Esta dislocación entre demanda y localización de yacimientos produjo una fortísima politización en el acceso y dominio de los recursos. Europa y Japón son ejemplos extremos de altísimo consumo y carencia prácticamente absoluta de riquezas propias. La península arábica, el cercano oriente, Venezuela, los opuestos complementarios.

Desde comienzos del siglo XX todos los países, concientes de la dependencia energética, intentaron el descubrimiento de fuentes propias. Fue el mito del autoabastecimiento. Hoy, ciencia y tecnología mediante, se conoce mejor lo que hay y lo que no hay. Se acabaron las ilusiones.

La industria petrolera es muy particular. Requiere gigantescas inversiones, tecnología avanzada, lenta maduración y alta cuota de riesgo.

 

Los países sudamericanos poseen, afortunadamente, suficientes recursos energéticos. Argentina logró hace mucho tiempo su autoabastecimiento. Brasil, con cruciales hallazgos recientes también lo alcanzará, convirtiéndose en poder ordenador del subcontinente. Perú y Bolivia, con enormes reservorios gasíferos y muy bajo consumo interno deben exportar en condiciones de beneficio nacional. Venezuela es la Arabia Saudita de Sudamérica.


Las dificultades

El espacio sudamericano es inmenso. El consumo está concentrado en los polos de las costas del Atlántico y del Pacífico, en tanto que las fuentes se hallan a miles de kilómetros de distancia. Eso explica, en parte, las dificultades de Brasil para concretar la llegada del gas boliviano a la región paulista. También que Camisea, reservorio ciclópeo peruano haya quedado en manos de Techint que tomó todas las etapas del negocio, desde la extracción, la separación en boca de pozo entre un ducto que llevará gas a Lima y El Callao y otro que transportará gas licuado destinado al mercado del Océano Pacífico.

La actual avidez mundial de petróleo y gas replantea el escenario histórico sudamericano. El gas se puede licuar, cargar en barcos y descargar en el punto de consumo. Es más caro que un gasoducto, pero conveniente con los actuales y futuros precios del petróleo.

El fenómeno más destacable de estos tiempos es la presencia decisiva de la empresa estadounidense –española Repsol. Con fuertes inversiones en Sudamérica, logró erigirse en el protagonista principal del futuro inmediato. Participa y patrocina casi todos los grandes proyectos transnacionales sudamericanos. Su base es la Argentina. Compró las reservas de P y G en las condiciones menemistas de libre disponibilidad. La filial local aporta el 50% de las ganancias totales. Está agotando las escasas reservas nacionales con sus enormes exportaciones de gas a Chile, de crudo y de refinados, habiendo reducido en estos años las reservas nacionales a un horizonte de diez años. Es esencial aclarar que Argentina posee reservas medianas de petróleo y gas y carece de carbón (el de Río Turbio no es viable).

Argentina se halla sumida en una crisis energética estructural, de gravísimo pronóstico y que requiere urgente reacción. País de matriz energética madura centrada en el gas, afronta una alternativa de hierro: aumenta su producción internamente mediante nuevas exploraciones o lo importa de Bolivia. De continuar así, en pocos años el país deberá comprar afuera lo que consume. El péndulo hidrocarburífero nacional pasó de la explotación estatal ineficiente a la entrega total de las riquezas. Debiera detenerse en un punto medio, donde los interesas nacionales queden asegurados mediante compromisos de inversión y precios internos viables. Es perfectamente posible. Deben renegociarse las concesiones.
 

Empresas y estados

La riqueza energética es esencial para el desarrollo de las naciones. La mayoría de las sudamericanas carecen de capital, equipamiento experiencia técnica necesarios para una explotación autónoma. Pero Brasil y Venezuela, potencias productivas y técnicas, pueden aportar esos recursos a una política regional.

La integración en este campo requiere una decisión política previa, de carácter estratégico: dar prioridad a los proyectos viables y dirigir allí los recursos estatales existentes, con participación privada secundaria.

Reaparece hoy, como en otras épocas la opción Estado versus Mercado. Hacen falta las dos manos para poder aplaudir, como dice Paul Samuelson en su Manual de economía política.

La República Popular China manifestó su interés inversor en el sector. Los trabajos en el lecho marino son de alto costo e incertidumbre. La recuperación de pozos secundarios es interesante. Puede alcanzarse un buen acuerdo de reparto de responsabilidad y beneficios. ENARSA, la flamante empresa estatal, es una herramienta útil para ese fin.

Un presidente cayó en Bolivia porque regalaba sus hidrocarburos. Chávez hace de ellos una fortaleza.

Pero la armonización de intereses nacionales en tan vasto continente requiere que su potencia principal, Brasil, encabece la integración.


Chile, Uruguay, Paraguay deberán ser abastecidos en condiciones seguras y ventajosas.


Crear un mercado energético sudamericano es una decisión a futuro que implica remar contra la corriente.

La integración energética es inviable sin un proyecto estratégico de integración económica. Debe incrementarse el intercambio interno subcontinental como prioridad absoluta, para sustentar desarrollos y precios energéticos intrazona.

El escenario actual es complejo, dispar e incierto. Sólo puede aclararlo la voluntad política de los estadistas a cargo de los gobiernos.

Estados Unidos logró en el siglo XIX mantenerse unido por una voluntad política predominante. Sudamérica se sumergió en un letargo colonial que en el fondo aún continúa. La Reunión no es sólo un ideal nostálgico de nuestros libertadores. Es conveniente e imperiosa. En un mundo global sólo las uniones continentales tienen futuro.

Se trata entonces de unir la potencia venezolana, el liderazgo político de un Brasil autoabastecido, el lugar intermedio de la Argentina, las riquezas de Perú y Bolivia y las escaseces de Chile, Paraguay y Uruguay.
 

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